Manual para encontrar el amor y sobrevivir a él en 24 horas y un paso [1a parte]

para ellos:
 
 

Primero. Búscate un nombre popular y cachondo como Don Armando de Mendoza. Hazte cirujano y neurólogo. Métela al auto.

Aquí empiezas a contar que el amor no existe, que es un fenómeno bioquímico producido por una sustancia cerebral parecida al olor de ciertas flores y que por lo mismo las personas se sienten más enamoradas cuando aspiran el perfume de una flor. Continúa diciendo que por lo tanto no existe el amor y que estás seguro de que nunca has amado a nadie, que eres un hombre solitario y te gusta cocinar y ver películas antiguas. Di que en las vacaciones rentas una cabaña junto al mar mientras vigilas el desove de la tortuga azul, y que es una playa escondida entre las rocas donde a veces vas a llorar por los perritos que alguna vez han perdido un pie (es importante que digas PIE, y no pata, será devastador).

Cuando empiece a sentirse agitada y se acerque a ti, te pones todo loco y dices: -¡Vamos! ¡Enséñame las nalgas! ¡Te voy a coger! -ella te insultará decididamente y te dirá: -Puerco estúpido, eres igual que todos marrano degenerado -en ese momento comienzas a golpearte la cabeza contra el volante diciendo: -¡Sal de mí! ¡Te digo que salgas demonio! -discúlpate con rapidez diciendo que no quisiste decir aquello, que no era tu intención y que no eras tú mismo, que todo es producto de un accidente que sufriste a los doce años, cuando salvaste a unos bebés cuatrillizos de ser embestidos por un toro en Pamplona, di que por poco lograste empujarlos fuera del camino pero en el acto recibiste un traumatismo craneoencefálico que te ocasionó un aneurisma que se complicó en meningitis vascular recurrente y que finalmente moriste, pero que recuerdas haber visto una luz muy tranquila y hermosa y que tú creías que no era tu hora y entonces despertaste y los doctores dijeron que era un milagro inexplicable. Luego vuelve a pedir perdón por hablar en términos médicos ininteligibles y explica algo sorprendente: di que antes tú eras un asqueroso fumador; fumabas al despertar, fumabas dormido, fumabas al desayunar y al comer, al bañarte también fumabas y los domingos fumabas el doble, pero después del accidente dejaste de fumar misteriosamente y luego un día cuando estabas convaleciente leíste un artículo donde se decía que ciertas personas con accidentes como el tuyo habían dejado de fumar exactamente como tú, debido a que fumar está relacionado con la excitación de una zona del cerebro donde se encuentran las emociones y los sentimientos. Di que aquella vez en Pamplona te salvaste por poco de la muerte, pero que los médicos aseguraron que debido al accidente no podrías volver a amar jamás… jamás. Pídele una nueva oportunidad. Pídele que te deje tratar de decirle algo bonito y comienza a balbucear cierto poema que aprendiste en la primaria, antes del accidente y di con voz entrecortada los siguientes versos:

 
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso… yo no sé
qué te diera por un beso…

 

Asegúrate de despertar antes que ella al día siguiente. Ponte su ropa interior y si puedes sus tacones. Que te descubra mirándote en el espejo mientras “te tocas” y antes de que abra bien los ojos dile: -Sabes tú que sería superromantico? ¡que intercambiaramos nuestra ropa interior! ¡Sería tan íntimo! …seríamos por fin una sola persona ¡para siempre! y ya jamás nos separaríamos… -Te pedirá desconcertada que le entregues su ropa y tú te negarás al menos dos veces. Intentará levantarse y perseguirte cubriéndose con la sábana, huye tanto como puedas hasta que te amenace con un zapato o un cepillo, entonces quítate sus pantaletas y póntelas en la cabeza mientras chupas con insistencia tu dedo pulgar. Tírate al suelo en posición fetal y empieza a gritar: -¡No mami! ¡No me vayas a pegar otra vez! ¡Yo quería ser como mi papi! Mami… ¿cuándo va a regresar papi? -Arrástrate hasta alcanzar sus piernas y abrázate a ellas firmemente hasta que, agotada, decida sentarse al borde de la cama. De inmediato, échate perpendicularmente sobre su regazo levantando el trasero y dile que no lo volverás a hacer… ¡si te da una nalgada! Ella se negará. Berrea hasta que lo consigas en repetidas ocasiones.

Cuando estés satisfecho tírate un buen eructo y corre a enrollarte en las sábanas mientras ella se viste silenciosamente y se va de allí. Asegúrate de lograrlo antes del mediodía, para que te dé tiempo de manosear a la mucama antes de entregar la llave del cuarto. Felicítate por tu más reciente victoria sobre el amor mientras admiras tu panza en el espejo…

MMM.

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